Aunque primero se utilizó ‘calentamiento global’ para describir el aumento de la temperatura en la superficie del planeta, este término no abarcaba todos los efectos derivados de ese ‘calentamiento’, como las tormentas, las inundaciones, las sequías y las olas de calor. Por eso ahora es preferible usar el término ‘cambio climático’ para describir tanto el calentamiento como las consecuencias del mismo.
Es una importante variación estadística en el estado medio del clima o en su variabilidad, que persiste durante un período prolongado (normalmente decenios o incluso más). El cambio climático se puede deber a procesos naturales internos o a cambios del forzamiento externo, o bien a cambios persistentes antropogénicos en la composición de la atmósfera o en el uso de las tierras.
Se debe tener en cuenta que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMCC), en su Artículo 1, define cambio climático como: un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante periodos de tiempo comparables. La CMCC distingue entre cambio climático, atribuido a actividades humanas que alteran la composición atmosférica, y variabilidad climática, atribuida a causas naturales. Véase también Variabilidad climática (ENCC).
En sentido estricto, se suele definir el clima como el estado medio del tiempo o, más rigurosamente, como una descripción estadística del tiempo en términos de valores medios y variabilidad de las cantidades pertinentes durante periodos que pueden ser de meses a miles o millones de años. El período normal es de 30 años, según la definición de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Las cantidades aludidas son casi siempre variables de la superficie (por ejemplo, temperatura, precipitación o viento), aunque en un sentido más amplio el clima es una descripción (incluso una descripción estadística) del estado del sistema climático. Es concentración de dióxido de carbono que podría causar el mismo grado de forzamiento radiativo que una mezcla determinada de dióxido de carbono y otros gases con efecto invernadero (ENCC).
¡Por supuesto que no! De hecho, tenemos que actuar ahora si queremos limitar el cambio climático. Por un lado, se tardará un tiempo en establecer medidas para reducir las emisiones de gases invernadero y, por otro, estos gases tienen una larga vida, por lo que las emisiones que liberamos ahora afectarán al sistema climático durante las próximas décadas. Para ello será preciso realizar importantes cambios en nuestros sistemas de energía y transporte y contar con la contribución de todas las personas y de todos los sectores de la sociedad.
El cambio climático es realmente un problema de todos y cada uno de nosotros forma parte de la solución. Si queremos ganarle la batalla al cambio climático, todos los sectores de la sociedad y todos los ciudadanos deberemos colaborar. Por ejemplo, en la Unión Europea una tercera parte de la energía se consume en los hogares (que son, por tanto, los responsables del 20% de las emisiones de gases invernadero en la UE). De esa energía, el 70% se emplea en calefacción, el 14% en agua caliente y el 12% en luz y electricidad. Los coches privados son los responsables del 10% de las emisiones de gases invernadero en la UE. Las personas también compran productos hechos con energía, utilizan aviones, generan residuos, comen carne, etc. – todas estas actividades generan indirectamente emisiones de gases invernadero.
Cada ciudadano tiene la capacidad de influir sobre estas emisiones y en esta página Web se ofrecen consejos sobre cómo hacerlo sin que ello afecte su calidad de vida. De hecho, ¡ahorrará dinero! Y en su conjunto, los ciudadanos pueden lograr una importante reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. En un contexto más general, la sociedad tendrá que hacer uso de diferentes opciones para reducir las emisiones de gases invernadero. Algunas de ellas son: aumentar el uso de las fuentes de energía renovables, mejorar la eficiencia energética, usar formas más limpias de producir energía a partir de combustibles fósiles, emplear nuevos combustibles para el transporte, mejorar el aislamiento de los edificios y, a largo plazo, desarrollar nuevas tecnologías limpias, como el hidrógeno y la tecnología de las células combustibles (siempre que el hidrógeno se produzca con energía limpia). Es deber de los responsables políticos establecer un marco para fomentar el uso de estas alternativas y, tanto los científicos como los investigadores, deben desarrollar y mejorar los recursos limpios en terceros países, ofrecer ayuda humanitaria y permitir la entrada de refugiados en su país.
Cada vez hay más pruebas científicas que indican las ventajas económicas de limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 2ºC. A pesar de que al principio se invertirá dinero en modificar el sector energético y reducir las emisiones de los gases invernadero, la contrapartida estará en los recursos que ahorraremos al evitar el daño derivado del aumento del nivel del mar, de las condiciones meteorológicas extremas, de la escasez de agua, de las inundaciones y del mal funcionamiento de los ecosistemas. Por ejemplo, un estudio de la Agencia Alemana de Medio Ambiente y del Instituto Potsdam de Investigación sobre el impacto climático, publicado en marzo de 2006, señala que se podrían recortar las emisiones globales de gases de efecto invernadero en un 50% antes de 2050 y con costo de apenas el 1% del producto interior bruto (PIB), mientras que el costo de un cambio climático desenfrenado podría reducir el PIB global en un 10%.
Además, existen muchos ‘efectos secundarios’ positivos de combatir el cambio climático que tienen sentido desde el punto de vista económico: un menor consumo de energía y otros recursos naturales supone ahorrar; la diversificación de las fuentes de energía, incluido un mayor uso de las fuentes de energía renovables, hará que nuestras economías sean menos vulnerables al alza en el precio del petróleo porque diversificaremos las fuentes de energía y fortaleceremos las renovables; y dependeremos menos de los combustibles importados, mejorando la seguridad de nuestro abastecimiento.